domingo, 28 de octubre de 2012

Lluvia









Hoy era una noche particular.
Llueve como llovía el 28/29 de Octubre de 2010.

Llueve, como ese día en que la lluvía hacía crecer a miles de chicos, nacer a miles de militantes y voltear de una cachetada a decenas de miles de dormidos que entendían que tenían que militar o morir en el intento, pero en ese entonces, quedarse quieto no era una opción.

Llueve, en una tormenta que amontona sentimientos y que arrincona en la oscuridad de una noche para nada triste, un recuerdo infinito, eterno y tierno, sobre el mejor de los nuestros que se fue a dormir y a soñar para que nosotros sigamos despiertos, con el ojo atento, ni los, el ojo.

Llueve, claro, como llueve en todos lados, y uno disfruta la lluvia y piensa que hay gente que no la disfruta, mientras se prende un pucho y se toma un cafecito.
Con esa distancia que te da la holgura de hablar por decir, de escribir por hablar, y de quedarse calladito cuando las papas queman, no vaya a ser cosa de quedar mal parado.

La lluvia también, en una noche como esta, tiene un aroma particular: es el olor del tiempo, de la naturaleza arengando a no olvidar, de todas las cosas buenas y malas del mundo, recordándote que por esa nariz entra la vida y entra el olor a podrido, cuando algo está podrido, corroído por el calor del aire que pudre a la carne y a todo lo vivo y bueno y malo, y lo convierte en otra cosa. Sólo es cuestión de tiempo.

Hoy, que llueve así, pensaba escribir que la lluvia nutre, y que las lágrimas no sirven para regar a una planta, y que la pena te congela, y que el honor se hace andando, caminando, luchando, venciendo, siendo derrotado, aprendiendo, creciendo y siempre, sabiendo que un alma cuando envejece debe ser un alma calma y sabia, porque cuando el alma no envejece sino que se le pasa el tiempo, se convierte en un fantasma.
Y todos lo sabemos, lo hemos visto en las películas, que un fantasma dificilmente crea que es un fantasma, dificilmente sepa que está muerto y que no puede volver a vivir, aunque comparta el mismo espacio, el mismo lugar, y la misma instancia histórica que nosotros.

El fantasma está ahí, asustando, luchando por ser lo que ya no es, esperando que lo dejes ir, siendo que si no se ha ido, es por su propia intolerancia a saberse muerto.

Así las cosas, la lluvia sigue afuera, mojando autos estacionados con la patente L, despertando en truenos a bebitos que sueñan, a señoras que acarician la cama vacía donde antes hubo un romance, a parejas que aprovechan el ruido para tener sexo bien gritado y mojado, y la lluvia, ahí afuera, atormenta a los descalzos, al que no tiene camisa (y nunca la tuvo), al pobre, al negro, al mierda, al miserable, al descastado, al invisible, al que no le importa el 7D, ni el 8N.


Al preso.
Al loco.


Y así las cosas, en lugar de considerar palabras para denotar la felicidad auténtica que me da que las plazas hayan estado llenas de gente, de denotar el asombro que me genera la vileza de tirarse contra una u otra marcha, de asombrarme con una mueca de dolor de hígado por ver a personas con capacidades políticas diferentes creer y vociferar que una agrupación, o varias, o las que laburan a diario para generar políticas de realidad efectiva (TODA LA SEMANA, TODOS LOS DÍAS, A CADA HORA, EN EL BONDI, EN EL SUPERMERCADO, EN LA CENA FAMILIAR, EN EL TREN, EN LA EMPRESA, AL JEFE O A LOS EMPLEADOS) son el ojo de Mordor con aspecto de López Rega, y la Presidenta una señora tonta y senil (QUE VINO EN EL AVIÓN NEGRO!!!) que se deja llevar por niñatos de Blackberry que le dominan el cerebro como cancerberos jadeantes de dinero, dinerito, la platita y el puestito, antes de caer en el discurso simplista, reduccionista y consignista de entender a Cristina como un equeco de lo que Néstor supo ser y morir por ello, de presuponer que la patria se hace en un acto o en una marcha, o que militar tiene fecha, horario y vaya curiosidad, LUGAR, prefiero, en cambio, claro, contarles una cosa que está escondida en el link que les dejo acá abajo.

Y todas las esquinas del mundo van a seguir reclamando por medio Néstor, por un parecido a Néstor, por una Cristina por cuadra, por alguien que empuje y que tenga las pelotas de decir vos sí y vos no, esto sí y esto no y no se queden en un calendario cristiano apostólico y romano.

Escribamos lo que escribamos. A favor, o en contra. La realidad, se hace.

La política es dinámica.
¿Acaso la vida no lo es?



1 comentarios:

Anónimo dijo...

Cristina no es el Viejo, pero tampoco es Néstor.
Néstor practicamente no tenía intermediarios, y así podía tener la temperatura de lo que pasaba (ponele) en el complejo y volátil conurbano.
Los intermediarios de Cristina no tienen ese pulso, por inexperiencia, por que tienen otras virtudes que no son los de la militancia territorial, la del contubernio pejotista...
No creo que sea como lo planteás en la nota: ni tan calvo ni tan peludo.
Y ya que estamos con los dichos: al César lo que es del César. Son tan necesarios unos como otros, optar es quedarse rengo.
Y es esa renguera la que me preocupa.
Pato

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