martes, 24 de mayo de 2011

BORRACHO COMO TU PADRE



Ahí va, camina de costado cuando no está tirado en el suelo, bebe agua cuando tiene miedo y cuando su saliva es un espanto de moco y sangre, cuando todos sus amigos no existen y son sombras que lo desafìan a boxear y a ser noqueado.

Se despierta varias veces en la noche con extrañas citas en la cabeza, frases de escritores muertos y frases de un escritor que nunca existiò, porque èl mismo, nunca le entrò a una hoja pero si al papel.

Ahí está, resopla y bufa, se rasca la cabeza en el costado y se alisa el pelo sucio, tose un cáncer con proabilidad de tormenta y camina hacia el baño con el slip amarillo humedad metido en la canaleta, un espantajo visual francamente adorable, que se encierra adentro del cuartito, mira al inodoro y ni vomita, porque tiene que orinar y cuando hace eso, se siente un poco mejor, respira màs profundamente y recuerda que olvidó el saco en la puerta del bar de donde anoche, no sabe porqué, lo echaron a las trompadas limpias.

Por ahí suda, por ahì mira por la ventana con rejas, se sabe libre y no sabe mucho más, se encuentra consigo mismo y se siente incómodo y se empuja, se corre del asiento, se molesta, se mira mal y se desconfía y cuida su billetera que no tiene, llena de billetes que no hay, con los documentos que lo declaran inexistente y con los dos pies bien firmes, apoyados en el cielo.

Acá sale, después de ponerse una campera pasada de moda, con bichitos adentro del relleno que le dan “alérgia”, “alérgia”, dice él porque no sabe que esos gorgojos, esas chinches raras le muerden la piel roñosa y comen de él y se reproducen allí y son felices, son familias y están unidos en la misión de la subsistencia, como él, como muchos, como nadie, como todos. La campera casi que-no lo abriga pero él, y sólo él, supone que le queda más piola. Equivocadamente.

Y muy equivocadamente llega al bar otra vez, tipo cuatro, o cinco de la tarde, pide una cerveza para que se la anoten, el barman sabe que serán decenas de ellas, el barman sabe que en momentos de lucidez el padre del borracho pasa y paga y todos recuerdan que son uno igual al otro. “Borracho como tu padre”, le decía la madre mientras bebía un té que escondía tres cuartos de whisky, y o le importaba la vida de nadie, porque no le importaba la vida, ni la muerte, ni absolutamente nada.

Y nada él, nada en un riachuelo inhabitable para los peces, en una bravata que le propone cada día el misterio de no saber qué hacer, de no saber qué ser pero de obligadamente, tener que ser, tener que respirar, sin culpas, con cargos, cargando en sus hombros todo eso que tenía que salir mal y que por eso, salió tremendamente mal, por encima de las expectativas, llenando cada casillero del fracaso, siendo un consecuente con el almanaque, ma que alma ni alma, acá no queda nada más que ese todo vacío y la botella, fiel, amarga, puta, bisexual, siempre llena y con más sortijas que dedos, invitando una vuelta más, una vuelta más y una revuelta menos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

esta bueno, mientras lo leía, apareció la imagen de alguien muy cercano invitando una vuelta mas...

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